¡AYUDEMOS A NUESTRA LOGIA!

 

Muchas veces, cuando vemos decadente las sesiones de una lo­gia, no analizamos plenamente las razones que tal circunstancia producen.

Nos parece casi siempre ver, y muchas veces somos injustos, no por parte de los hermanos, que no sintiéndose atraídos por el trabajo de su logia, no coronarse sus ilusiones, desde la noche memorable en que fue iniciado bajo rigurosa y fra­ternal solemnidad, se deja llevar por la apatía imperante en cre­cido número de miembros, y tal determinación viene a convertirse en el R.I.P de una buena Logia de tiempos pasados.

Muchas veces, las logias no comprenden que, agotando mecánicamente el Orden de los Trabajos, haciendo gala de rapidez vertigi­nosa, se cumplen los informes de los enfermos o en desgracia, se pasa por cada capítulo con tal pintura, que algunos hermanos se ven en la obligación de solicitar se hagan rectificaciones para incluir el tratamiento de un asunto, cuyo punto específico en el orden de la sesión, lo pasó inadvertido.

Los Nobles Grandes junto con los Secretarios de Actas de las logias, tienen el deber de preparar concienzudamente, los trabajos, de forma tal, que su presentación se haga grata a la contemplación y análisis de aquellos que han de opinar sobre los mismos.

Le forma tal, se logra un entendimiento amplio, comprensivo entre los asistentes a la sesión, que no resulta raro que, de un simple propósito, mediante la consulta atinada y la intervención constructiva de varios hermanos, se salte el logro de una gran cosa. Así son las colectividades humanas, y las logias no pueden constituir una excepción.

Si el Noble Grande, aduciendo que tiene prisa en terminar, porque necesita atender un asunto profano, la apura, es lógico que la sesión ha de resultar mutilada, los planteamientos fallidos y los acuerdos sin trascendencia alguna.

¿Es justo que siendo nuestras reuniones una vez por semana, no logremos evadir todo tipo de compromiso para esa noche, de suerte que podamos concentrarnos en el tratamiento de nuestros problemas y en la resolución de cuantos asuntos sean planteados en el seno de la Logia?

¿Qué consideración por importante que resulte en el mundo profano, debe de privar sobre el tratamiento de un acuerdo, que vaya a resolver un problema de un hermano enfermo o en desgracia?

¿Dónde radica la razón para que las Comisiones designadas con un motivo específico, deban reducir sus informes, mutilen sus expresiones y hasta limitar sus ideas, dejando el tratamiento muchas veces para la sesión venidera?

Todo este apretujamiento que se hace del trabajo en afán de complacer al Noble Grande, u otro de los hermanos asistentes, frena los impulsos sanos de la Logia, hacen que aquellos que tienen facultades oradoras, las vean adormecerse en su cerebro y, por tanto, se convierte en terreno magnifico donde preparar el desencanto que cunde en la generalidad de hermanos que se nos van en cada una de estas sesiones, en las que se olvida el alto espíritu de comprensión que debe presidir cada reunión.

El momento se pinta para trabajar con extraordina­ria fe en los destinos de nuestra fraternidad. No importa que haya hermanos presurosos de abandonar la sala por una u otra obligación profana. Lo fundamental, lo básico, lo que tiene que servir de cimentación a nuestras sesiones, es que en cada una de ellas ofrezcamos la mayor prueba de comprensión hacia los demás, demos de nosotros el mayor esfuerzo por tal de contribuir a la resolución de un problema, que por ser de un hermano es nuestro, y sobre todo que la práctica, fuera y especialmente dentro de la Sala de Trabajos, sea una evidencia verdadera, y no una mera referencia dialéctica de nuestros oradores y tratadistas.

Abramos las puertas de la Logia al Trabajo, al es­fuerzo, a la consecución de asistencias más nutridas en todas las Logias.

Solo así, estaremos cumpliendo nuestro deber de buenos Odd Fellows.